21 de noviembre de 2011

Volar igual que las gaviotas

Dos gaviotas volando
Desde la vista que ofrecía la puerta con barrotes de la prisión podía observarse el entorno circundante: una pequeña escalinata que desembocaba en una calle un tanto ancha, un pequeño puesto de frutas atendidas por un hombre de sombrero de paja que no dejaba de tararear para sí la misma tonada, y frente a esto una plaza de proporciones medianas, despejada, vacía.

Un hombre alto de tez morena clara se detuvo en el centro de la plaza y comenzó a pregonar que volaría, que lo haría ese día. Los que por ahí pasaban lo veían y le decían que semejante cosa era imposible, «las águilas, los colibríes, las gaviotas pueden volar, ¡pero los hombres no!». El hombre continuaba diciendo que volaría y un grupo de gente se reunió a su alrededor. El hombre extendió sus brazos como alas y se elevó ante la mirada atónita de los demás. No podía ser posible, era inaudito.

17 de noviembre de 2011

Un regalo doble

Con tan solo 10 años, en 1985, conocí la nostalgia. Se me presentó de frente, desnuda, aunque de forma un tanto confusa para mi edad, y sin embargo no me desagradó. Sonaba en la radio constantemente, parecía inundar el dial, con su tonada melancólica y tierna a la vez.

Las primeras veces no supe identificar que eran tres voces distintas las que cantaban, y no fue sino hasta que una tarde, por pura casualidad, cambiando los canales en el televisor escuché la tonada y las vi: eran jóvenes, de rostros dulces. Una de ellas aparecía en escena entrando a la oficina de un ejecutivo, a quien le entregaba una copia del disco donde se incluía la canción. Él la vio un tanto sorprendido y cuando intentó hablarle ella decidió irse, con la mirada llena de nostalgia.

13 de noviembre de 2011

Despedida a dos voces en Clave de Sol

Estaba sentado en clase de canto en el Instituto Angélica Rosa, escuchando y viendo lo que hacían mis compañeros, cumpliendo con la asignatura del día, ya no recuerdo cual era. Comenzó a sonar una tonada acústica, piano, guitarra y violín, un tanto melancólica, dos voces comenzaron a cantar al unísono, dos chicas de mi grupo, Marcia de 13 y Lucía de 15. La canción era una declaración franca y abierta de un adiós, que nadie quiere escuchar, dicho e interpretado con tal tacto que por un momento yo pensé y sentí como si me lo dijesen a mí.

Marcia llevaba la voz grave, la que me hizo preso; Lucía, la voz aguda, la que me partió en dos. Sus miradas no se dirigían a mí, pero no hacía falta, la intención bastaba.

10 de noviembre de 2011

...y supón...

Silueta de personas tocando guitarra
Una tarde de martes, soleada, a fines de noviembre de 1994, conversaba con dos amigos músicos, Edwin y Luis Enrique, en la habitación que ocupaba el segundo en una casa de huéspedes en el centro de la ciudad. Éste nos proponía la idea de armar una estudiantina en el colegio en el que él impartía clases de música. Luego de meditarlo acepté bajo la condición de ser una especie de asesor, pero sin participación directa ni obligatoria en los ensayos ni presentaciones.

Mientras conversábamos Luis Enrique tomó un cassete, lo colocó en su radio grabadora y oprimió la tecla de reproducir. Sonaban canciones extrañas para mí, nunca había escuchado algo semejante. Predominaba en la mayoría de las canciones una guitarra ejecutada virtuosamente, que acompañaba a una voz que me pareció masculina aunque bastante aguda y nasal.

7 de noviembre de 2011

La vida es coincidir

Jóvenes tomados de la mano
Nunca he tenido vocación de adivino, por eso no pude saber cuando nuestras miradas se cruzaron que esos ojos me reflejarían el resto de la vida, ni tampoco pude saber que sus manos delicadas cuidarían de mí, mas sí supe desde el comienzo de mis días que la mujer que la vida destinaba para mi existencia sería la que no me buscase, la que yo no buscara, la que por la pura y bendita suerte de la coincidencia me encontraría al mismo tiempo que yo a ella.

La vida nos plantó frente a frente, para mí, al alcance de una sonrisa, para ella, al alcance de un beso en la mano, la noche del sábado 4 de noviembre de 2006 en Caracas, hace cinco años. Conversamos apenas unos minutos, y luego nos despedimos. No fue sino la virtualidad, la internet, quien nos hizo coincidir nuevamente y para siempre. Por eso dedico a mi esposa, Adriana, este post, por su cumpleaños.

3 de noviembre de 2011

En concierto

Concierto (luces azules iluminan al público)
Poco después de las 8:30 de la noche del 13 de marzo de 1993, las luces y pantallas del escenario montado en el ruedo de la antigua Plaza de Toros La Aurora, hoy conocido como el Domo de la zona 13, se apagaron y la expectación se apoderó del lugar por unos segundos. Luego, la música empezó a sonar y la emoción del público con ella. Yo no podía creer que estuviera ahí, ocho horas antes aún no tenía entrada para el concierto, y lo peor es que prácticamente estaban agotadas. Logré hacerme de una gracias a algo parecido a un milagro, cuando Tonito, mi primo, le preguntó al dependiente del Súper 24 del boulevard liberación si aún tenía entradas, aquél le respondió que no, y el chico delante de nosotros en la fila se volteó y dijo, yo tengo una que me sobra, ¡te la vendo!.

Un ritmo pegajoso, una mezcla de reggae, pop y rock inundó el lugar, invitaba a bailar, a cantar, a saltar, a dejarse la vida por disfrutar dos horas de el show de una de las bandas más importantes del rock en español de toda la historia.