26 de febrero de 2012

Gesubambino

Gracias al hambre de los viernes por la noche, y a mi voraz apetito carnívoro conocí a Hugo, el parrillero de El Breve Espacio, un pequeño restaurante bar de la colonia 1º de Julio, lugar donde viví mis últimos quince años en Guatemala, y gracias a eso descubrí nuestra común afición por las canciones de sentido social y testimonial, conocidas comúnmente como canciones de protesta (La Nueva Trova.

Gracias a Hugo, los churrascos y las canciones conocí a Tito, el dueño de ese peculiar espacio de bohemia local al que concurría y aún concurre, aunque con menor frecuencia, un particular grupo de individuos de ideas progresistas, bohemios amantes de los versos de Neruda y Sabines, y de la jarana en todas sus formas, y hasta uno que otro cantante imitador a medias de Silvio Rodríguez, León Gieco o Eduardo Franco, vocalista de Los Iracundos. Entre estos últimos me contaba yo, conformando entre todos una suerte de clan, a modo de “La Crema Innata de la Intelectualidad Local”.

21 de febrero de 2012

Handy, baila Handy

Amaba la música, el ritmo, la fiesta. Una salsa, un merengue, un reggae, un batir de palmas, un silbido, un golpeteo rítmico de la cucharita contra la tasa del café eran suficientes para que su ánimo bailarín se despertara y comenzara la alegría.

Era pequeña, más que sus hermanos; por eso no la querían en su casa natal. Pero como siempre sucede en estos casos, un día un ángel compasivo se apiadó de ella y la llevó a otro lugar. Mi hermano la bautizó con el nombre de Handy (a modo de diminutivo de HANDYCAM), porque cuando llegó a casa podíamos cargarla en una mano.

Lomo de manto negro, hocico alargado, orejas en punta, patas de pelaje amarillo, una Pastor Alemán en toda regla, de un muy alto pedigrí, pero enana, no por raza, discapacidad podríamos llamarla, mas lo cierto es que inundaba la casa con su alegría. Vernos llegar era todo un festín, corría, saltaba.

9 de febrero de 2012

Tímido

Hombre tímido, de ojos azules
Nunca he sido fanático de las agrupaciones juveniles en las que importa más la apariencia y las coreografías que las letras e intención de quienes cantan por ofrecernos un espectáculo que valga la pena, pero el 6 de octubre de 1985, durante la emisión del programa Siempre en Domingo, conducido por Raúl Velasco, tres jovencitas llamaron mi atención al otro lado de la pantalla a blanco y negro del televisor de la sala de mi casa.

Como era usual en esa época, luego de que el conductor del programa hiciera una pequeña introducción del artista que se presentaría a continuación, las luces del Foro 2 de Televisa San Ángel se apagaron, y al encenderse pocos segundos después las tres jovencitas, vestidas y arregladas al último grito de la moda, movían las manos, la cintura y las piernas al ritmo de una canción de sonidos modernos sin dejar de ser casuales.