22 de julio de 2012

En ruta a la soledad

Autobús antiguo en carretera
Quien no se ha preguntado alguna vez, al descubrirse en soledad, ¿qué es lo que mata al amor?, ¿a dónde van a parar todas las cosas vividas con esa persona especial?, ¿y los sueños, los míos, los suyos, los nuestros, en qué se convierten?

Sospecho que la costumbre es, en alguna medida, la causante de los infortunios del amor y el desamor. La costumbre nos lleva a transitar las mismas calles, comer en los mismos lugares, reírnos de las mismas cosas, besar y hasta hacer el amor siempre de la misma manera, de forma automática, como robotizada; y por ella relegamos a la sorpresa y a la improvisación a un plano casi inexistente.

Al final, la costumbre también nos va llevando poco a poco a la soledad, esa soledad indeseable (la que otro elige por nosotros) hasta que un día algo nos golpea de frente con tal violencia que nos hace entender que no importa lo que se intente hacer para remediar la situación, no hay camino de retorno.

5 de julio de 2012

Con el alma dividida en dos

Concierto de Ricardo Arjona en Caracas (2012)
Qué lejos estaba yo de imaginar siquiera, aquella noche de diciembre de 1998, sentado en una de las butacas de la Sala Efraín Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, mejor conocido como el Teatro Nacional, en la ciudad de Guatemala, que casi catorce años después, la noche del 30 de junio de 2012, volvería a presenciarlo ante mí, sobre un escenario, y ahora en Caracas, a más de cuatro mil seiscientos kilómetros del país que ambos compartimos como raíz.

En aquella ocasión me acompañó mi eterna amiga, mi hermana del alma: Karin (la canche), con quien dos años antes habíamos ido a nuestro primer concierto juntos, casualmente del mismo artista, a la Plaza de Toros, para cantar y disfrutar del talento de uno de los mejores cantautores guatemaltecos de la historia: Ricardo Arjona. En esta nueva ocasión estuve acompañado de la mujer más maravillosa que he podido conocer, después de mi madre, mi esposa Adriana.