Una tarde de martes, soleada, a fines de noviembre de 1994, conversaba con dos amigos músicos, Edwin y Luis Enrique, en la habitación que ocupaba el segundo en una casa de huéspedes en el centro de la ciudad. Éste nos proponía la idea de armar una estudiantina en el colegio en el que él impartía clases de música. Luego de meditarlo acepté bajo la condición de ser una especie de asesor, pero sin participación directa ni obligatoria en los ensayos ni presentaciones.
Mientras conversábamos Luis Enrique tomó un cassete, lo colocó en su radio grabadora y oprimió la tecla de reproducir. Sonaban canciones extrañas para mí, nunca había escuchado algo semejante. Predominaba en la mayoría de las canciones una guitarra ejecutada virtuosamente, que acompañaba a una voz que me pareció masculina aunque bastante aguda y nasal.
Cuando estábamos por despedirnos le pregunté a Luis Enrique ...las canciones que sonaban mientras hablábamos no las había escuchado, ¿quién las canta?... ¡Silvio Rodríguez! me respondió con voz jubilosa, y sin darme tiempo a decir nada tomó el cassete, lo colocó en una cajita y me lo dio. Escuchalo y me lo traés el jueves.
Una hora después estaba en mi casa escuchando el cassete. La primera canción hablaba de un individuo que me parecía tímido, indeciso de acercarse a una joven y conquistarla. La segunda canción preguntaba sobre qué debía hacerse para dar su lugar a un grupo de hombres valientes, entendí. Siguieron sonando canciones y acordes de guitarra que no conocía, me dibujaban historias que me atrapaban, que resonaban en mi cabeza. Escuché ese cassete dos veces esa noche y comenzó mi peregrinar por el fantástico mundo de la Nueva Trova Cubana, del que nunca me separaría.
Silvio Rodríguez Domínguez nació en San Antonio de los Baños, La Habana, en 1946. Desde pequeño se sintió atraído por la música gracias a su madre, quien cantaba todo el día, en cualquier lugar. Inició estudios de piano, que debió dejar por cumplir con el Servicio Militar Obligatorio en los días de su juventud, en 1964, y fue gracias a ese servicio militar que conoció a Esteban Baños, quien le enseñó mucho sobre la guitarra.
El primer disco que grabó Silvio Rodríguez se llamó Pluma en Ristre, en 1969, editado en formato de 45 revoluciones. La canción más conocida de esta producción es De la ausencia y de ti. Más adelante, en 1975, grabó su primer disco de larga duración titulado Días y Flores, en el que aparece Playa Girón, una de sus canciones más conocidas; el segundo tema que escuché aquella noche.
En 1981 se edita un disco sencillo llamado Areíto en el que aparece, en su cara A, esa primera canción que escuché aquél día, titulada Supón. Me identifiqué con el tipo tímido que, al no encontrar valor para declararle sus sentimientos a una muchacha que le atrae, imagina lo que podría haber pasado de haberse atrevido y supone que se lo dice a ella, como alguna vez lo hice yo, quedándome al final con un cúmulo de ideas divertidas y maravillosas, pero solo.
Creo que de no haber sido Supón la primera canción que escuché de Silvio, me habría llevado un poco más de tiempo enamorarme de sus líricas.
Supón aparece en la discografía actual de Silvio Rodríguez en el álbum recopilatorio Silvio auto-biográfico, editado en 1992, de donde la he extraído para compartirla aquí.
Supongamos, pues, que puede gustarles.
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