El autobús del recorrido turístico se detuvo por el semáforo en rojo. La voz pregrabada, que podíamos escuchar a través de los audífonos describiendo los lugares y la historia por donde transitábamos, hizo una pausa; entonces la pude ver, al centro de una glorieta a la que los vehículos rodeaban en semicírculo para continuar su camino. El semáforo cambió a verde y el autobús reinició la marcha.
Yo estaba sentado en la hilera de asientos de la izquierda, hacia el lado de la ventana del segundo piso del autobús rojo, un segundo piso sin techo, para que los turistas puedan admirar sin obstrucciones los lugares por donde éste transita. El sol de las 11 de la mañana de ese domingo de mayo me daba de frente, por eso no pude ver bien la estructura de piedra, mas cuando comenzamos a girar hacia la izquierda y el sol fue quedando sobre mi lado derecho y por último a mis espaldas la observé por completo, estaba frente a ella, como muchísimos otros lo han estado a lo largo de una buena parte de la historia de Madrid.