25 de julio de 2013

Esa llamada

La tarde tomaba matices anaranjados, rosados, violetas, que entraban por la ventana y se reflejaban en el rostro de Fernando. La altitud de la ciudad y el viento frío que recorre las calles los primeros meses del año pusieron la temperatura en 18°C. Dentro del café el ambiente (23 ° C) invitaba a quedarse. Una música suave (baladas en inglés y español) se escuchaba a través de los cuatro altavoces distribuidos por el lugar.

-¡Aún no lo entiendo, te lo juro que no lo entiendo! ¡Me habló a la casa sólo para decirme eso! -decía dolorosamente Fernando, mientras movía la cabeza de un lado al otro, sentado ante la mesita colocada al pie de la ventana del Café Capri, frente a Juan, su compañero de universidad y amigo de la infancia, sujetando la taza del café con las dos manos, como queriendo evitar que se le escapara como se le escapó Ximena, al otro lado del teléfono, una semana atrás.

9 de julio de 2013

I teach you spanish

Pizarrón verde con texto de lección de español
Una vez en la vida, todos llegamos a ser maestros de alguien. Las más de las veces sin siquiera proponérnoslo, al menos inicialmente. Sucede así, nada más, espontáneamente. Yo, por una noche, fui profesor de español en Washington DC.

A las cuatro de la tarde de un frío sábado de noviembre de 2004 estaba en la pequeña salita que hacía las veces de estudio en casa de la tía Iris, en Springfield, Virginia, al sur oeste de Washington DC, sentado frente a mi computadora portátil, revisando el correo electrónico, esperanzado en encontrar un nuevo mensaje que me diera algún dato de última hora acerca de la conferencia sobre discapacidad a la que asistiría la semana siguiente, en la sede del Banco Mundial, razón por la que me encontraba, esos días, en Estados Unidos.