9 de julio de 2013

I teach you spanish

Pizarrón verde con texto de lección de español
Una vez en la vida, todos llegamos a ser maestros de alguien. Las más de las veces sin siquiera proponérnoslo, al menos inicialmente. Sucede así, nada más, espontáneamente. Yo, por una noche, fui profesor de español en Washington DC.

A las cuatro de la tarde de un frío sábado de noviembre de 2004 estaba en la pequeña salita que hacía las veces de estudio en casa de la tía Iris, en Springfield, Virginia, al sur oeste de Washington DC, sentado frente a mi computadora portátil, revisando el correo electrónico, esperanzado en encontrar un nuevo mensaje que me diera algún dato de última hora acerca de la conferencia sobre discapacidad a la que asistiría la semana siguiente, en la sede del Banco Mundial, razón por la que me encontraba, esos días, en Estados Unidos.

Me puse de pie y me dirigí a la entrada de la salita cuando mi tía me dijo que Kevin, mi primo, estaba llegando. Entró y me saludó tan cariñosamente como siempre lo hacía cada vez que nos veíamos (cada tres o cuatro años más o menos). Estaba más alto y hablaba mucho mejor el español. Me dijo con su acento de gringo españolizado: Vamos a dar una vuelta a Alexandria, Tracy y Nicky van con nosotros. Tracy era su pareja, y Nicky la mejor amiga de Tracy.

Entraron detrás de Kevin, con todo el desparpajo y algarabía de que son capaces un par de jóvenes estadounidenses que están más que listas y dispuestas a darle la bienvenida al primo latino. Media hora más tarde emprendíamos el camino, en el carro de Kevin, rumbo a Alexandria, una tranquila ciudad al sur de Washington, descendiendo por el río Potomac.

Durante el trayecto, Nicky, sentada a mi lado en el asiento trasero del carro, intentó conversar un poco conmigo, pero la música que sonaba en el radio, las voces de Kevin y Tracy conversando y mi no tan buen oído no me permitieron entenderle, por lo que sólo pude responderle «I don’t understand you». Kevin, al darse cuenta, le dijo en inglés que yo no sabía hablar en ese idioma, y que cuando llegáramos a Alexandria él sería nuestro intérprete. Pero se equivocó, yo hablaba suficiente inglés como para conversar un buen rato con cualquier persona, simplemente no escuchaba bien en ese momento.

Una vez que descendimos del carro, Kevin me mostró el frontispicio del edificio del registro civil de Alexandria, contándome que allí se habían casado los tíos Ruth y Carlos, cuando vivían en aquella ciudad, a finales de los 70s.

Tracy se acercó a Kevin y le preguntó algo en un inglés lleno de modismos que no pude entender. Nicky se quedó sola y yo vi mi oportunidad de intentar, ahora sí, conversar con ella y decidí proponerle un trato.

-Nicky, I propose you a deal. If you speak a little beat slow, I teach you Spanish. Do you accept? -me miró entre sorprendida y gustosa, y respondió pícaramente que aceptaba el trato.

Dejamos el carro estacionado y caminamos por algunas calles del centro de la ciudad. Kevin me refería aspectos importantes de su historia y de la historia de algunos miembros de la familia que vivieron algún tiempo allí, incluido él. Nicky y Tracy caminaban delante de nosotros.

Llegamos a una esquina y me dijo: «esta es la Main Street, yo pasaba todos los días por esta calle cuando iba al colegio». Se giró en redondo y, mirando hacia la puerta del local de la esquina, dijo señalándola con la mirada: «vamos a comer aquí, este restaurante me gusta mucho». Nicky se puso frente a mí, interrumpiendo mi paso, y me preguntó «¿a qué hora empezará la clase de español que me prometiste?», y le respondí en su idioma «right now (ahora mismo)» y luego se lo dije en español, indicándole que lo repitiera. Kevin y Tracy entraron primero y mi pupila y yo lo hicimos detrás.

Un joven de unos 20 años nos ofreció una mesa para cuatro. Nos sentamos y de inmediato nos ofreció la carta del lugar. Nicky, sentada frente a mí, me pidió, con su sonrisa pícara, que le leyera el menú, en español, para ver si lograba entender alguna palabra. Luego del sexto o séptimo plato se rindió y me dijo: voy a elegir lo que voy a comer y luego tú me enseñas a decirlo en español. Asentí con una sonrisa y haciendo una leve inclinación con la cabeza.

-I’m going to order a turkey ham sandwich with mushrooms and sweet onion sauce, fries and a Coke -dijo, una vez convencida de lo que deseaba ordenar.

Traduje para ella parte por parte de la oración, para que fuese repitiendo y aprendiendo el nombre en español de cada cosa: «Voy a pedir un sándwich de jamón de pavo con champiñones y salsa de cebolla dulce, papas fritas y una Coca Cola», había dicho. Repetimos el ejercicio con lo que pedimos Tracy, Kevin y yo, así que algunas palabras se repitieron, pero otras tantas se agregaron al vocabulario gastronómico en español de Nicky.

Mientras esperábamos la comida, Kevin me preguntó acerca de mi trabajo y porqué estaba esos días en Estados Unidos, me pidió que lo dijera en inglés, para que las chicas se enteraran. Les conté sobre mi trabajo como técnico en impresión en sistema braille, y también sobre mi participación en la Conferencia sobre Discapacidad, del Banco Mundial, por la que estaba allí. La comida llegó y nos dispusimos a disfrutarla, entre temas más divertidos, como enseñarle a Nicky, por insistente solicitud suya y de Tracy, las partes del cuerpo humano. Fue divertidísimo escucharlas intentando pronunciar palabras como: cintura (waist), rodilla (knee) o espalda (back).

Kevin propuso que fuésemos a un bar cercano a tomar un par de cervezas. Acepté gustoso, al igual que las chicas. Allí continuamos, por momentos, con la clase de español de Nicky, aunque con algunas dificultades para mi, debido al alto volumen de la música que ambientaba el lugar. Luego de algunas cervezas, decidimos salir a caminar de vuelta hacia el carro, pasando por el muelle de la ciudad, donde disfrutamos de la brisa fría que ahí corría, y aprovechamos para tomarnos algunas fotos.

Volvimos a casa después de un par de horas, no sin antes dejar a Nicky en la suya, a quien prometí dar una nueva clase de español la próxima ocasión que nos viéramos. Aceptó sonriente y se bajó del auto. El sábado siguiente nos encontramos en la fiesta de cumpleaños de Garret, el pequeño hijo de Tracy. Esa vez no conversamos tanto, ella estaba ocupada ayudando a su amiga con las actividades para entretener a los más chicos. No volvimos a vernos, pero estoy seguro que ella también recuerda esos buenos momentos intentando, yo enseñar y ella aprender, español.

Unos meses después, ya de vuelta en Guatemala, veía videos musicales en la televisión y de pronto apareció en la pantalla uno de mis cantantes favoritos, Carlos Vives, contando (cantando) Carito, una historia en la que un niño se enamora de su maestra de inglés, razón, entre otras más, por la que no aprende una sola palabra en aquél idioma, y entonces recordé mi divertida historia como profesor, de español, de Nicky.

Biografía de Carlos Vives


Carlos Alberto Vives Restrepo, nació en Santa Marta, Colombia, el 7 de agosto de 1961. Tuvo una infancia común a la de sus amigos, aunque con mucha cercanía a la música tradicional colombiana, misma que será pieza fundamental para el éxito que alcanzará desde los primeros años de su juventud.

En 1977 Carlos Vives compone una canción en homenaje y despedida al científico español Mateo Matamala, fundador del Colegio Hispanoamericano Conde Ansúrez. Con esa canción participa y gana el Primer Lugar en el Festival de la Canción Colombiana, del Colegio Iragua. Por este resultado, el joven Carlos, de 16 años, es contratado por aquél colegio, en calidad de músico, lo que podría considerarse como su primer contrato musical.

Casi al mismo tiempo que ocurría todo esto, dos de sus compañeros de colegio le presentaban, al joven Carlos Alberto, una forma diferente de arte, la actuación, de la que éste se enamoraría, tanto como de la música, por lo que en 1981 ingresa a la Escuela Nacional de Arte Dramático, participando en algunas obras teatrales que se presentaron en el Teatro de la Candelaria, de Bogotá.

La empresa de televisión RTI escoge a Vives para integrarse a los cursos de capacitación escénica para televisión que la misma impartía, pero es Caracol Televisión quien le ofrece la primera oportunidad en el medio televisivo, formando parte del elenco del programa para niños: Pequeños Gigantes, en el que estuvo durante tres años. De ahí, salta a otro género, la telenovela, actuando en El Faraón (1984) y luego coprotagonizando, junto a Amparo Grisales, Tuyo es mi corazón (1985, que le abren las puertas para que el escritor Daniel Sánchez Juliao le ofrezca el papel protagónico de Gallito Ramírez, una divertida historia de amor de un boxeador cartagenero (1986).

Mientras su éxito en la televisión se consolidaba, llegando a ser considerado uno de los mejores actores colombianos del momento, Carlos Vives graba tres discos de balada, el primero con el cello FM Discos (Colombia) Por fuera y por dentro (1986) y, No podrás escapar de mí (1987) y Al centro de la ciudad (1989) con CBS (hoy Sony Music). Ninguno de estos discos lograría captar la atención del público.

En 1991 Carlos Vives protagoniza la telenovela-musical Escalona, una serie en la que se relata, en primera persona, la vida y obra del compositor vallenato Rafael Escalona, actuación por la que Vives recibe el premio Simón Bolívar al mejor actor del año. Como parte de la telenovela se graba el álbum Escalona: un canto a la vida, con el que obtiene el tan esperado y merecido reconocimiento del público, no sólo colombiano, sino también el de países vecinos, donde se transmitió la serie. Al año siguiente se lanza al mercado un segundo disco de canciones de Escalona, cantadas por Vives, acompañado de la agrupación La Provincia.

En 1993 aparece en el mercado colombiano e internacional el álbum Clásicos de la provincia (el sexto en el orden), en el que Vives continúa grabando canciones de Rafael Escalona e incluye también canciones de otros compositores colombianos, pero con un estilo diferente e innovador, la fusión entre ritmos tradicionales colombianos (vallenato, porro y cumbia), con pop y rock, estilo musical que se convierte en su sello personal y redimensiona a la música colombiana ante el mundo.

Su siguiente trabajo musical, La tierra del olvido (1995), muestra nuevamente a un Carlos Vives auténtico, es decir, al Vives compositor, aquél que había desaparecido desde 1991, con su estilo ya establecido en la fusión pop-rock-tropical. Este disco es considerado, por la crítica, como el disco más importante de los últimos 50 años para la industria de la música colombiana, llegando a obtener, por sus ventas, seis discos de platino.

A partir de ese momento Carlos Vives se convierte en uno de los artistas más exitosos de América Latina, gracias a su música, que le ha permitido presentarse en toda Hispanoamérica y Europa. Desde entonces Vives ha grabado diez discos, entre producciones de estudio y recopilatorios, siendo su más reciente material discográfico el titulado Corazón Profundo, lanzado el 23 de abril de 2013.

Gracias a su talento y dedicación, Carlos Vives ha obtenido reconocimientos importantes como: Premio Grammy Awards Mejor Álbum Tropical Tradicional (2002) por el disco titulado Déjame entrar, álbum por el que también obtuvo, en el mismo año, el Grammy Latino al Mejor Álbum Tropical Contemporáneo y, Grammy Latino a la Mejor Canción, por la canción que le da nombre a la producción Déjame entrar. En 2005 obtiene el Grammy Latino al Mejor Álbum Tropical Contemporáneo por el disco El Rock de mi pueblo. En 2009 gana el Grammy Latino al Álbum Contemporáneo en la división Álbum Infantil por su producción Pombo Melódico, un disco en el que musicaliza poemas del poeta Rafael Pombo.

A obtenido, en España, los reconocimientos: Premios Ondas (Barcelona) y en dos ocasiones el Premio Amigo, del Principado de Asturias y, en su país, en varias ocasiones, los premios de la Revista Shock, la publicación especializada en música más importante en Colombia.

* * *

Puede decirse entonces que Carlos Vives es un compositor, cantante y actor colombiano que ha revolucionado el mundo de la música latinoamericana, llevando a todo el mundo el sentir y sabor de su pueblo, a través de sus canciones e interpretaciones de grandes obras tradicionales colombianas.

Carátula del álbum Déjame entrar (2001)
Sin duda alguna Carlos Vives continuará sorprendiéndonos y cautivándonos con sus canciones en el futuro, mas, en esta ocasión, prefiero ir con él al pasado y revivir aquellos días en Washington DC, en los que gracias a una bella chica estadounidense pude divertirme un poco enseñándole a hablar español. Ahora escuchemos Carito, incluida en el álbum Déjame entrar (2001), el décimo trabajo musical de este fabuloso cantante.





No hay comentarios:

Publicar un comentario