22 de julio de 2012

En ruta a la soledad

Autobús antiguo en carretera
Quien no se ha preguntado alguna vez, al descubrirse en soledad, ¿qué es lo que mata al amor?, ¿a dónde van a parar todas las cosas vividas con esa persona especial?, ¿y los sueños, los míos, los suyos, los nuestros, en qué se convierten?

Sospecho que la costumbre es, en alguna medida, la causante de los infortunios del amor y el desamor. La costumbre nos lleva a transitar las mismas calles, comer en los mismos lugares, reírnos de las mismas cosas, besar y hasta hacer el amor siempre de la misma manera, de forma automática, como robotizada; y por ella relegamos a la sorpresa y a la improvisación a un plano casi inexistente.

Al final, la costumbre también nos va llevando poco a poco a la soledad, esa soledad indeseable (la que otro elige por nosotros) hasta que un día algo nos golpea de frente con tal violencia que nos hace entender que no importa lo que se intente hacer para remediar la situación, no hay camino de retorno.

6:15 de la tarde de un día de junio de 2001, una tarde seminublada de cielo azul-morado. Levanté el brazo con la mano extendida para hacer la parada a una camioneta que al acercarse me encandiló con sus luces frontales, lo que no me permitió leer bien el número de ruta y me hizo creer que era la que yo esperaba. Se detuvo y la abordé.

En el interior de la unidad, el equipo de sonido instalado en la parte alta del frente cantaba alegremente merengues, cumbias, salsas y hasta alguna que otra bachata. Me senté en un asiento vacío de la tercera fila y me dispuse a distraer mi atención del camino escuchando la radio.

Transitadas varias cuadras, el piloto se detuvo nuevamente y bajó el volumen del aparato para poder escuchar lo que una señora le preguntaba. Yo no pude escucharla, mas sí alcancé a oír la respuesta: «no señora, yo voy para El Milagro», y supe entonces que me había equivocado y debía cambiar de ruta, mas pensé hacerlo más adelante, cerca del punto en el que las rutas se separan.

Ya Cerca del lugar donde había decidido bajarme empezó a sonar en la radio una tonada acústica, una guitarra y una armónica, al principio, y luego el rítmico sonido de un bongó. Por el ruido del motor no supe identificar al intérprete, mas sí pude escuchar y entender la letra. Me hablaba, como si fuera una voz interior, me decía que todo había llegado al final, que no había marcha atrás, que me quedaría solo, que ella se marcharía para no volver, sentenciándome a vivir de ahora en adelante junto a la soledad.

Inexplicablemente, como si fuese yo un masoquista, quería escuchar más, aunque por dentro todo se hacía pedazos por causa de la canción. Talvez tenía la ilusa esperanza de que era posible remediarlo, pero no, aquella sentencia fue definitiva.

La canción terminó y con ella mi estado hipnótico. Las luces de los comercios por donde pasaba la camioneta me hicieron volver a la realidad, y con ella supe también que no debía permanecer más en esa ruta, habíame pasado ya dos cuadras del lugar donde transbordaría a la ruta a mi casa.

Mientras caminaba de regreso hacia la parada de buses, algunos versos de la canción se repetían continuamente en mi cabeza. Mi caminar se hizo lento, pese a que las calles no estaban muy bien iluminadas y ello podría hacerme presa de algún vándalo que merodeara por el lugar. Me llevó casi diez minutos recorrer las dos cuadras, y para mi fortuna una camioneta de la ruta a mi casa estaba ahí, la abordé y pocos minutos después estaba en mi habitación.

Muchas fueron las preguntas que me asaltaron, muchas también las lágrimas que recorrieron mi rostro y grande y devastadora la verdad. La soledad era entonces mi compañera. Me tomó tan solo un instante entenderlo, ocho meses después de verla por última vez alejarse de mí.

Una última pregunta me surgió luego del drama. ¿Quién cantaba de manera tan melancólica? La respuesta no tardó mucho tiempo en aparecer. Mucho más aficionado que ahora a escuchar la radio, la oí sonar por el hilo musical de una emisora unos días después; el locutor de turno anunció al cantante y la canción, y luego... la misma guitarra, la misma armónica y la misma desazón. Era Franco de Vita cantando Te veo venir soledad.

Biografía de Franco de Vita


Franco De Vita
Franco Atilio de Vita de Vito nació el 23 de enero de 1954 en Caracas, Venezuela. Hijo de inmigrantes italianos, Franco fue llevado a vivir a Italia con su madre cuando tenía tan solo tres años de edad. Regresa a Venezuela cuando contaba ya con 13 años y desde ese momento comienza a dar clases de música y piano y a introducirse en el medio musical caraqueño.

Luego de formar parte de la banda Corpus crea en 1982 su propia agrupación, la que llamó Ícaro, misma que duró muy poco ya que en 1983 Franco se lanza como solista con su primer álbum titulado: Franco de Vita, nombre con el que se le conoce artísticamente. Éste disco gozó de la aceptación inmediata del público venezolano, tanto así que obtuvo Disco de Oro y Platino por sus numerosas ventas.

En 1986 de Vita lanza su segundo trabajo de estudio: Fantasía. En 1988 aparece su tercer producción titulada Al norte del sur. A estas producciones han seguido otras doce entre discos de estudio, grabaciones en concierto y recopilatorios con los que ha vendido más de 8.000.000 de discos, lo que confirma su calidad como compositor e intérprete.

Gracias a su talento ha recibido varios reconocimientos como: Premio Latino de Honor de la Academia de las Artes y Ciencias de la Música de España, Premio Periodista Latino, Premios Lo Nuestro a la Música y Premios Grammy. Otra forma de reconocimiento ha sido la grabación de sus canciones interpretadas por otros cantantes como Chayanne, Ricky Martin y Sin Bandera, entre otros.

Carátuala de Nada es igual (Franco De Vita 1999)
En 1999 Franco de Vita graba su noveno álbum titulado Nada es Igual, producción en la que se incluye Te veo venir soledad, editada en dos versiones, la primera a ritmo de bachata y la segunda en reggae.

* * *

Una semana después de saber que era de Vita quien cantaba esa canción, compré el disco.

Aunque pueda parecer un acto real de masoquismo Te veo venir soledad es hoy una de mis canciones favoritas de Franco de Vita, no por esta historia sino por su calidad lírica y musical, que caracterizan el trabajo de este excelente compositor venezolano. Les dejo pues con Te veo venir soledad en su versión bachata.


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