La puerta del ascensor se abrió y fuimos recibidos por la sonrisa amable del Sr. D’agostino, quien, con su mano izquierda extendida, nos señaló la escalinata por la que debíamos descender. Fue entonces cuando escuchamos que la canción que habíamos escogido para ese momento ya había comenzado a sonar. La voz del animador de la fiesta se sobrepuso a la música y, dirigiéndose a la concurrencia, dijo con ánimo jubiloso:
-¡Señoras y señores, recibamos, con un fuerte aplauso, a la nueva pareja de esposos: Otto y Adriana! -Y la emoción se desbordó por todo el lugar.