Llegó sin decir nada, sin pedir nada. Sin ropa, sin casa, con todo el hambre del mundo adherido a su esqueleto. Nadie le habló, nadie le preguntó nada, nadie quiso en un principio ofrecerle nada, pero él igual se quedó a vivir entre nosotros.
Tendría talvez cinco años..., no lo sé..., nunca lo sabré..., no es fácil saberlo. En sus ojos se advertía el paso de un mundo ingrato al que le tocó venir por la triste suerte de ser un callejero, la única herencia que recibió de sus padres.
Al ver su aspecto ruinoso, de vagabundo, todos lo veíamos con recelo, con temor, con angustia. “Hay que tener cuidado al pasarle cerca, no vaya a ser que un día de estos nos quiera hacer algo. Mire nada más cómo nos gruñe de lejos”, decían los vecinos cuando, cruzándose por la calle, luego de saludarse, lo veían de reojo.
24 de abril de 2013
Un Callejero
Etiquetas:
Alberto Cortez,
Argentina,
Trova
6 de abril de 2013
Tres amigos y una canción
A veces la vida nos da la más fabulosa de las oportunidades: presenciar la magia que despliega, sobre un escenario, un alma sublime. A veces, esa magia nos envuelve y, sin darnos cuenta, nos involucra en sus artificios. A veces, un alma vecina es capaz de rebalsarnos por completo y complementar nuestro ser.
El incesante ring ring del teléfono de casa dejó de sonar en cuanto levanté el auricular. Su voz al otro lado se escuchaba emocionada. No me dijo sino: “Escuchalo, esto es maravilloso”.
Al otro lado del teléfono se escuchaba la emoción que producía, en el público asistente, reconocer desde los primeros acordes en el piano, una canción. Yo también la reconocí en seguida.
El incesante ring ring del teléfono de casa dejó de sonar en cuanto levanté el auricular. Su voz al otro lado se escuchaba emocionada. No me dijo sino: “Escuchalo, esto es maravilloso”.
Al otro lado del teléfono se escuchaba la emoción que producía, en el público asistente, reconocer desde los primeros acordes en el piano, una canción. Yo también la reconocí en seguida.
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