Dispuesto a darle batalla al aburrimiento me senté frente al equipo de sonido que tenía en mi habitación. Presioné el botón de encendido y la pequeña pantalla de puntos blancos y rojos me saludó al tiempo que el sonido de una canción de ánimo fiestero, medio escandaloso, se dejó escuchar por las bocinas.
Mi ánimo inicial disparó los dedos hacia el botón que me llevó a la siguiente emisora, de un corte más tranquilo (baladas de los 70s y 80s en español), que tampoco entraban del todo en mi ansioso deseo por escuchar algo fresco, más entretenido.
Una nueva emisora reproducía canciones de corte juvenil, algo más apropiado para escuchar una mañana de sábado en la que, no teniendo mejor cosa que hacer, ni ánimo para inventar, me encontraba solo en casa, preso de mi mismo, cambiando una tras otra las emisoras en el dial.