Basta con que algo nos sea prohibido para que se nos despierte el gusanito de la curiosidad, del deseo de tenerlo o hacerlo, es como un reto a nuestra condición de seres vivos, de animales racionales, pero de instintos animales al fin.
En 1989 un ritmo nuevo se coló en el gusto de la mayoría de quienes habitamos este planeta. Una vez más, un país (Brasil) nos regalaba una nueva rítmica, una nueva forma de danzar, de disfrutar la vida. La humanidad completa se contagió de aquél virus de la danza brasileña.
Sonaba en la radio, en los almacenes, los restaurantes, las fiestas, las playas y hasta en los actos culturales que presentaban niños y adolescentes en las escuelas y colegios. No hubo ser humano, aquél año, que no hubiese tenido nada que ver con la Lambada.
Se acercaba la celebración del día del padre, y a un grupo de maestras del colegio en el que estudiaba, no se le pudo ocurrir mejor idea que crear un pequeño número de baile en el que pondrían a cuatro o cinco parejas de estudiantes a bailar Lambada, para lo que improvisaron un pequeño casting para elegir a las parejas que mejor bailaran aquél sugestivo sangoloteo de caderas, brazos y piernas.
Una mañana a primera hora, Marina, nuestra profesora de música, se paró ante nosotros y dijo con ánimo fiestero: «muy bien, jóvenes, vamos a seleccionar a las parejas para el número de lambada que se presentará el día del padre, así que quiero que pasen al frente quienes quieran participar en el acto». «Mi papá dice que ese baile debería estar prohibido, es demasiado atrevido y sensual.» dijo Ana Laura, la más estudiosa y presuntuosa de la clase, e hija de un importante pero desconocido abogado.
Desde el principio todo anduvo mal. Ocho chicos y tres chicas se colocaron en fila, al lado de Marina. Cuando ella los contó dijo jubilosamente: «¡Me gusta este entusiasmo! Pero... necesito al menos dos chicas más. ¡Vamos señoritas, no sean tímidas, es sólo un baile!» «¡García Paz cuenta como niña!» dijo una voz notablemente agudizada, desde el fondo del salón, y la carcajada fue general, incluida la propia Marina, quien tuvo que recomponerse de inmediato para intentar llamar la atención de quien hubiera sido. Su voz lo intentaba, pero su mirada la traicionaba. Tímidamente, dos chicas más se unieron al grupo: Lety, la más rellenita de la clase, y su inseparable compañera Marilú, la más bajita y delgada de todas.
La prueba comenzó y García Paz fue el primero en quedar descalificado. «¡Es que le falta el swing masculino!» dijo por lo bajo la misma voz de momentos atrás. Luego de que Marina intercambiara una y otra vez a las cinco parejas, habiendo hecho sonar dos veces completas la misma canción (Llorando se fue de Kaoma), Marilú por bajita y Ramón por tieso fueron también descalificados y quedó conformado, a discreción de Marina, el grupo de baile para el acto del día del padre.
Durante las clases de música de las siguientes dos semanas, Marina hizo ensayar el numerito a las cuatro parejas, mientras el resto nos veíamos las caras con dejo de aburrimiento. El día del acto llegó, y con él el nervio de los bailarines, la prisa de los organizadores y el descontento de ciertos agasajados.
Ramiro, el profesor de Educación Física, fue, como en la mayoría de las ocasiones, el maestro de ceremonias. Dio la bienvenida a las autoridades del colegio, a los estudiantes y, con mucha solemnidad, “a los Padres en su día”. Presentó como primer punto artístico a una niña de nueve o diez años que cantó una canción alusiva al padre, acompañada de un pequeño coro de niños de su grado. Siguieron a éste un par de poemas declamados por una pequeña de unos seis años, y después, la entrega de un pequeño recuerdito a los padres ahí presentes. «El siguiente punto esta mañana, es un número especial, preparado por nuestra maestra de Educación Musical, la profesora Marina, ¡esperamos que lo disfruten!».
Las cuatro parejas se colocaron en el centro del espacio dispuesto como escenario. Ellos, de pantalón blanco, zapatos negros y camisa de un color distinto cada uno. Ellas, de blusa blanca, sandalias negras de tacón mediano y minifalda con pliegues (que dejaba poco a la imaginación), de un color similar a la camisa de sus respectivos compañeros de baile. La música comenzó a sonar y a su ritmo el contoneo de las parejas.
En un principio los danzantes se movían de forma coordinada, pero al comenzar la segunda estrofa de la canción, Lucía tuvo un traspié que la hizo inclinarse hacia atrás, y a no ser por el reflejo de Manuel, su compañero de baile, quien la sujetó fuertemente por la cintura, habría dado con toda su humanidad en el suelo. Mas esto no fue lo que interpretaron algunos de los padres presentes, en especial el de Lucía, a quien le pareció ver en aquél movimiento una postura demasiado atrevida para ser realizada por adolecentes de doce y trece años. El desconcierto fue aún mayor cuando Francisco y Rosario (otra de las parejas), creyendo que aquello había sido un pase de baile no ensayado en clase, decidieron repetirlo casi al final de la canción.
Cuando la música terminó, las parejas se reunieron de nueva cuenta en el centro del escenario, y doblándose por la cintura saludaron al público, pero el aplauso apenas llegó de manos de algunos padres y madres que, sin malicia o con mucha ingenuidad, disfrutaron sanamente del baile.
El festejo terminó con un refrigerio dado a los presentes, durante el cual iban y venían los comentarios sanos y malsanos, inocentes, moderados, imprudentes y hasta mordaces, de unos y otros padres, acerca del número de baile.
Luego del incidente se prohibió a profesores y estudiantes intentar siquiera algo similar. El Padre de Lucía, empujado por el de Ana Laura, amenazó con demandar al colegio. No llegó a tanto, mas el gusanito por aprender a bailar aquél ritmo había crecido entre mis compañeros de clase y yo, por lo que en ocasiones nos reuníamos en casa de alguno de nosotros para divertirnos un rato escuchando y bailando al compás de Kaoma y su Lambada.
Kaoma fue un grupo brasileño, formado en París, por músicos, cantantes y bailarines inmigrantes del gigante latinoamericano. Se formó en la segunda mitad de la década de los 80s, tocando para divertir a quienes los escuchaban.
En 1989 graban la canción Llorando se fue (Chorando se foi, en portugués), a ritmo de Lambada, un particular ritmo y baile que presumían haber inventado; ésta fue registrada por la agrupación, mas, luego del éxito alcanzado mundialmente, la banda es demandada por plagio por los integrantes del grupo boliviano Los Kjarkas, reclamando la autoría de la misma y una indemnización por derechos de autor.
Luego de las pruebas presentadas por Los Kjarkas, en las que se demostraba, a través de grabaciones de estudio y concierto, las deliberaciones dieron la autoría a Ulises Hermosa, líder de la agrupación boliviana.
El incidente no repercutió en el éxito alcanzado por la versión realizada por Kaoma, tanto así que logró vender, entre su versión como sencillo y la versión incluida en el LP WorldBeat, 14.000.000 de copias en todo el mundo, álbum en el que Llorando se fue estaba acompañada por nueve canciones más, entre las que sobresalen: Dançando Lambada, Lamba Caribe, Lambamour y Mélodie D'Amour, que también fueron lanzadas como sencillos. Para la versión latinoamericana del LP se incluyó Llorando se fue en español.
La discografía de Kaoma no es extensa, aunque está compuesta por varios discos sencillos y álbumes de versiones remixeadas que hacen un total de veintiséis producciones, entre las que también se cuentan algunas grabaciones en concierto (no completos) y recopilatorios.
Aunque los más escépticos afirman que la versión de Kaoma de la canción de Ulises Hermosa no habría tenido éxito de no ser por el video que se produjo para promocionarla, lo cierto es que la Lambada se apoderó de la radio y la televisión con tal velocidad que fue esa misma velocidad la que la hizo desaparecer de las listas de popularidad, llegando en estos días a ser solamente un recuerdo.
Ahora, intentando viajar al pasado a través de Kaoma, les dejo la versión de Llorando se fue, en portugués y en video, para que vuelvan a disfrutar del fabuloso ritmo de la Lambada.
Excelente la Crónica como siempre, ¿quien sabe como recordará esto García Paz? Es un baile muy sensual, yo también lo bailé mucho hasta el 91 creo. Saludos, pronto nos veremos.
ResponderEliminarSospecho que a García Paz, a estas alturas de la vida, podría resultarle divertido recordar esa época, al final él siempre estuvo claro de su condición, aunque no le gustaba admitirlo.
EliminarGracias como siempre por el comentario.
Ya pronto podremos conversar in extenso sobre estas historias.
Saludos cordiales.
Se me ha olvidado felicitarlo por el Blog que se está poniendo cada vez más interesante y dinámico con los Tweets, los archivos clasificados por autor país y fecha, otros blogs y entradas populares. Va muy bien, se que eso lleva trabajo. Felicitaciones de nuevo y te reitero que la documentación de cada artista o grupo que se reseña es bastante completa y pronto será un punto de referencia cuando se quiera saber sobre un determinado cantante. Me da siempre gusto leer por la chispa que se deriva de ella, la crónica previa, que ya va resultando un conjunto de memorias y vivencias suyas. Saludos
ResponderEliminarMi estimado amigo, es muy grato saber, a través de un lector y amigo, que el esfuerzo que supone ir mejorando el aspecto, los contenidos y recursos adicionales, pues se hace con el sentido de que ustedes (mis lectores) lo disfruten, encuentren interesante, ameno, e incluso, útil para el mejor y buen uso que deseen darle.
EliminarPronto, pondré un par de nuevos recursos en los que he estado trabajando recientemente.
Saludos cordiales y que siga disfrutando de este espacio.