Sobre la pequeña mesa del rincón de la cocina sonaba, alegremente, el reproductor de CD’s que, ocho años atrás, Isabel y Francisco habían comprado para disfrutar más la hora de cocinar.
–¿Me pasas la sal de ajo?, quiero intentar algo diferente, y si sale bien, ¡nos lo comemos, jajaja!
–Toma –respondió Francisco, extendiendo la mano para entregar el pequeño frasco a Isabel.
–Juan Manuel dijo que llegaría poco antes de las siete, así que hay que darse prisa para que todo esté a tiempo; ya sabes, ¡es odiosamente puntual!
–¿Te acuerdas de cuando bailamos cinco veces seguidas esta canción?, fue en casa de Verónica, ¿verdad?
–¡Claro que lo recuerdo! Nos retó a bailarla una y otra vez porque decía que no le cuadrábamos como pareja, que esa sería una prueba para medir nuestro amor escolar, –dijo Isabel, colocando sus manos a la altura de la frente, simulando unas comillas–. ¡Aún hoy no logramos convencerla, está loca!, –continuó diciendo, sonriente.
...cuando yo llego a tu puerta
Llega la abeja al panal, llega la abeja al panal...
-Pero a mí me gusta más recordarla porque tú me la cantaste aquella vez que me pedías perdón detrás de la puerta de la casa de mi mamá, porque te habías ido a jugar fútbol con tus amigos de la universidad, en lugar de acompañarme a casa de tía Elena. Te quería matar, pero la cantaste tan bonito esa vez...
–Listo, terminé de cortar las manzanas, ¿las pongo sobre las milanesas?
–Sí, por favor, luego les pones una pizquita de sal para que suden, ¡pero sólo una pizquita!, si no se salan las milanesas y entonces no quedará otra que hacer que se las coman Juan Manuel, Gerardo y Verónica –dijo Isabel pícaramente.
–¿Y las cebollas, dónde están?
–Las corté mientras acomodabas el comedor; el arroz ya está en el horno.
–¡Ah! Entonces, ¿me concede esta pieza, bella dama?
...quiéreme que sólo en ti me hundo mi amor,
quiéreme que estoy viviendo en tu corazón,
júrame, labio a labio, bajo el cielo, amarnos toda la vida...
–Bueno bueno, sigamos con la comida, que todavía hay que sofreír los champiñones, las cebollas y el pimentón, y luego enrollar las milanesas con el sofrito dentro.
–Está bien, está bien, ¡pero luego no digas que fui yo quien cortó el romance, jejeje!
–Es que ahora no podemos ponernos románticos, se nos puede quemar el arroz, como la otra vez; además... ¿dónde están Fernando y Lucía? –dijo extrañada del silencio reinante en el resto de la casa.
–Están viendo la televisión en nuestro cuarto. Les dije que hoy no podrán verla en la sala porque vendrán unos amigos a cenar, y que tampoco podrán correr y saltar por toda la casa. Les prometí que si se portan bien, mañana jugaremos a acampar en la sala. Desde entonces están calladitos.
–Tú siempre sabes cómo convencer a cualquiera, por eso me dejé convencer de casarme contigo.
–A mí me gusta escuchar esta canción y recordar tu rostro cuando le pedí a Soler que él te entregara el anillo de compromiso, después de que te hice pedirle que la cantara en el barcito de Mauricio. Me encanta cuando sonríes nerviosa, aún hoy sonríes así.
–Y a mí me encanta ver la cara de tonto que pones cuando lo recuerdas, así como ahora.
–¿Te parece así el punto del sofrito?
–Sí, perfecto. Ahora hay que poner un poco al medio de cada milanesa, enrollarlas y ponerles los palillos para que no se desenrollen. Tú ve poniendo el sofrito y yo hago el resto.
–¿De dónde sacaste la idea de ponerle la sal de ajo?
–De tu fallido intento de pollo al romero del sábado pasado. No es que no combine, pero se te pasó la mano. ¡Fernando y Lucía dijeron que sabía extraño!, y los pobres sólo pudieron comerse el arroz y los vegetales –dijo Isabel intentando aguantar la risa.
–Yo quería sorprenderlos, y al final el sorprendido fui yo con el sabor que resultó; jejeje.
–Bueno, ahora sólo queda esperar veinticinco minutos a que las milanesas se cocinen, tiempo suficiente para que me arregle y hable un ratito con los niños. Prepara la salsa de manzana, por favor, y no olvides ponerle un poquito del agua de cocción de las milanesas.
Francisco vertió un vaso del agua de las milanesas, unas rodajas de manzana, una pizca de sal y media cucharadita de azúcar en el vaso de la licuadora, colocó la tapa y apretó el botón de la velocidad media. Cuando detuvo el motor del aparato escuchó el ding-dong del timbre anunciando la llegada de las visitas.
El reproductor continuó sonando unos minutos más hasta que la última canción del disco Bachata Rosa, de Juan Luis Guerra, emitió su acorde final; momento en el que los anfitriones e invitados, sentados a la mesa, comenzaban a degustar la cena de aquél día.
Juan Luis Guerra Seijas (mejor conocido como Juan Luis Guerra) nació el 7 de junio de 1957 en Santo Domingo, República Dominicana. Hijo de Gilberto Guerra y Olga Seijas (Jugador de baloncesto y ama de casa, respectivamente). Tuvo una infancia común, sin sobresaltos ni tempranas muestras de las dotes musicales que años después lo harán famoso alrededor del mundo.
Cuando el Joven Juan Luis se vio frente a la difícil decisión de elegir una carrera universitaria, para convertirse en un profesional, no tenía ninguna idea de lo que quería estudiar. Se decidió en primera instancia por Filosofía, pero luego de un par de semestres no se sentía motivado a continuar con esa carrera, por lo que optó por estudiar literatura, ya que tenía una fuerte inclinación por la poesía, pero tampoco esta materia le entusiasmó lo suficiente y, al cabo de un período de tiempo similar al de sus estudios anteriores, se retiró de la universidad.
Unos meses más tarde ingresó al Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo, donde estudió guitarra y teoría musical. Motivado por esta nueva pasión, y su creciente interés por el jazz, se mudó a Boston para estudiar en el Berklee College of Music, del que se graduó en 1982.
De vuelta en Santo Domingo se reúne con un grupo de amigos y deciden formar la agrupación Juan Luis Guerra y 440, bautizada así por el propio hermano de Juan Luis, quien siempre los escuchaba discutir acerca de la afinación de los instrumentos diciendo: «es que no está en 440».
En 1984 sale al mercado: Soplando, el primer disco de Juan Luis Guerra y su banda. Este disco contiene 10 canciones en las que la agrupación juega con el jazz, las influencias que Guerra había adquirido durante sus estudios en Berklee y los ritmos latinos, especialmente el merengue. Según el propio Juan Luis, ese disco no estaba destinado a tener mucha acogida comercial, pero Warner Music lo relanzó en 1991 con el nombre: El original 440 y se convirtió en uno de sus álbumes de culto.
Ese mismo año, Bienvenido Rodríguez, un empresario musical dominicano, le ofrece un contrato en su sello discográfico Karen Record’s, con el que grabó cuatro discos, siendo los tres primeros: Mudanza y Acarreo, en 1985; Mientras más lo pienso... tú, en 1987 y Ojalá que llueva café, en 1989.
Con estas producciones comienza a obtener reconocimiento e inicia el despegue de la carrera de Juan Luis Guerra y su 440, dando conciertos por toda República Dominicana, gracias a los dos primeros, y en Estados Unidos y América Latina después, gracias al tercero.
El cuarto y último disco de Juan Luis Guerra con Karen Record’s (quinto en su carrera) se tituló: Bachata Rosa y fue lanzado al mercado el 1 de diciembre de 1990. La popularidad alcanzada por el dominicano con este disco ha sido tal que, a la fecha, es su disco más vendido alrededor del mundo (poco más de 9.000.000 de copias). En esta producción se encuentran algunas de las más reconocidas y queridas canciones de Guerra: Burbujas de amor, La bilirrubina, Estrellitas y duendes, A pedir su mano, Como abeja al panal y Bachata rosa.
Con Bachata rosa, Juan Luis Guerra lleva su gira de conciertos por toda América Latina, Estados Unidos y España. Obtiene su primer Premio Grammy y participa como presentador en la ceremonia de dichos premios al lado de la actriz estadounidense Whoopi Goldberg y la cantante canadiense Céline Dion.
A este disco le siguieron: Areíto (1992) y Fogaraté (1994), que pueden considerarse como los últimos de la primera etapa de la carrera del dominicano. En 1995 se retira de los escenarios debido al excesivo cansancio acumulado durante las giras de sus últimos discos. Es en esa época que se vincula al cristianismo, del que hoy es un ferviente seguidor y defensor. Desde entonces sus giras son mucho más reducidas, aunque no por ello menos esperadas, especialmente en Latinoamérica.
De 1998 a la fecha, Juan Luis Guerra ha grabado seis discos de estudio: Ni es lo mismo ni es igual (1998), Para ti (2004), La llave de mi corazón (2007), A son de Guerra (2010), Colección Cristiana (2012) y Todo tiene su hora (2014; además de un disco en concierto titulado: A son de Guerra Tour (2013), grabado en su natal Santo domingo.
Guerra ha obtenido una cantidad importante de premios gracias a su calidad como compositor, músico, cantante, arreglista y productor, que le han granjeado el éxito y reconocimiento, no sólo de su público, las academias internacionales de música y revistas especializadas, sino también de artistas de la talla de Sting y Paul McCartney, entre otros.
Yo conocí a Juan Luis Guerra gracias al éxito de su disco Bachata rosa, allá en los años de mi adolescencia, y Como abeja al panal fue una de las canciones que más me atrapó, no sólo por su hermosa letra y excelente arreglo musical, sino porque Juan Luis canta esta canción a dúo con Adalgisa Pantaleón, una de sus coristas en aqella época.
Ahora, vamos a degustar de: Como abeja al panal, en su versión original, mientras las milanesas de pollo y la sal de ajo nos regalan su delicioso sabor, aderezadas con la salsa de manzanas, que uno de estos días, algún chef ofrecerá en el menú de su restaurant, con el nombre de Amor en salsa.
Me encanta la música de Juan Luis Guerra, llama a danzar, al terminar la historia termine con hambrita. Jejejejejeje.
ResponderEliminarPocos placeres nos regala la vida como el comer y el bailar, pero el gusto es mayor si ambos se comparten, bien sea con la familia o los amigos. Escuchar a Juan Luis Guerra y disfrutar de un buen plato no tiene comparación. Buen provecho. Gracias por tu comentario.
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